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Érase un muchacho algo desdeñoso que iba por un camino comiendo una cereza, cuyo hueso tiró. Mas he aquí que tras él caminaba un anciano que recogió el hueso para ir a hundirlo en un fértil terreno. El muchachillo hizo burla del anciano. Andando el tiempo, aquel muchacho fue a pasar por el mismo camino y halló el hueso transformado en arbusto y cuidado por aquel mismo anciano. - Ese viejo se toma demasiadas fatigas- dijo el joven. Años más tarde, siendo ya un hombre hecho y derecho, volvió a pasar. El calor y la sed habían dejado su garganta reseca y los frutos del cerezo le dieron fuerzas para continuar su marcha. Sólo entonces comprendió la prudencia y el saber del viejo. Y el hombre reflexionó sobre lo inconsciente que de niño y joven había sido. - Me burlaba de la experiencia y el consejo- se dijo - y he sido un imprudente al no aceptarlos. ¡Cuántos necios lo confían todo al capricho y a la suerte!
"El germen recogido en un momento origen llega a ser de una cosecha; la acción que acaso ni aun de ver se echa, es el hueso de un árbol corpulento". Jean-Pierre de Beranger |