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-¡No faltaba más! -replicó la amable Cigüeña. Por cierto, lo hizo con la mayor habilidad, como el mejor de los doctores, sin lastimar al paciente. Pero, al pedirle los honorarios a que se creía acreedora por su trabajo, el Lobo, mostrándole los dientes, gruñó: -¡Qué necia eres! Ya estás bien pagada con haber sacado intacta tu cabeza de mi boca. "Hacer el bien a los malvados no reporta más que la propia satisfacción del deber cumplido, porque éstos jamás se acuerdan del beneficio recibido Esopo |