EL LOBO Y LA CIGÜEÑA

          Cierto Lobo  hambriento atrapó una gallina y, tan ferozmente la engulló, que acabó atragantándose con uno de sus huesos. Como se encontrase sumamente apurado, suplicó a la Cigüeña que le extrajese el hueso, utilizando su largo pico a modo de tenaza.

            -¡No faltaba más! -replicó la amable Cigüeña.

            Por cierto, lo hizo con la mayor habilidad, como el mejor de los doctores, sin lastimar al paciente. Pero, al pedirle los honorarios a que se creía acreedora por su trabajo, el Lobo, mostrándole los dientes, gruñó:

        -¡Qué necia eres! Ya estás bien pagada con haber sacado intacta tu cabeza de mi boca.

        "Hacer el bien a los malvados no reporta más que la propia satisfacción del deber cumplido, porque éstos jamás se acuerdan del beneficio recibido

                                                                                                                Esopo

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