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Sucedió que, poco a poco, con el paso de los años, el religioso, acostumbrado a vivir modestamente, acabó por reunir una fortunita procedente de aquellas continuadas limosnas. A partir de entonces, el religioso ya no supo lo que era vivir tranquilo y sin preocupaciones, ya que no se fiaba de nadie por temor a que le robaran. Solía quejarse así: -¡Ay, hermanos! Penas es preciso sufrir para adquirir riquezas, pena produce el aumentarlas y pena el perderlas. Os digo que las riquezas son la causa del dolor... India |